viernes, 12 de marzo de 2010

UN SINGULAR RAI

Amigos que puedo deciros de Raimundo, persona afable, tímida y, en ocasiones, un tanto introvertida pero, me es imposible no mencionar esas pequeñas intervencines en clase que nos dejan boquiabiertos o cuanto menos embelesados. Su retórica si que está a años luz de algunos personajes que viven del mundo de la educación. La verdad es que no he tenido mucho trato con él. pero he de deciros que su madurez ya sea intelectual o personal ha dejado una honda huella, creo que todos podrémos aprender algo de él, supongo que estareís de acuerdo conmigo. Ánimo Rai "¿vale?"
ENAMORADO DE LA MÚSICA
Comenzó a tocar el piano desde muy pequeñito, ya entonces destacaba sus dotes musicales, sin embargo, fue en la adolescencia cuando tuvo su primer encontronazo con la guitarra. Para entonces llevaba una melena larga y frondosa con unos rizos imposibles que tapaban practicamente su rostro. Esos rubios bucles no le permitirían ocultar su gran pasión y su gran amor Sophie. Con el paso de los años su única compañera fue la guitarra con la que compartía noches solitarias y frías tocándo en los metros de París. Para su regreso a su ciudad natal -Madrid- decidió adentrarse en el mundo de la música de manera que consiguió hacer una maqueta que presentó a una discográfica y grabó su primer disco "Tú gran ausencia". Caminaba perdido por las calles de Madrid, el suelo frío se calaba en sus hueso, aún más en su alma pensativa en la hermosa Sophie. Una lluvia fina mojaba su rostro y aquellos rizos dorados ya apagados por el tiempo y la ausencia de su amor. La música había conseguido lo que muchas noches de deseo no. Solía pasear por calles oscuras y silenciosas, la soledad lo atormentaba y lo iba consumiendo día a día. A su regreso a París puedo reencontrarse con un viejo amigo del Instituto con el que compartió sus desdichas y sus logros musicales. Toní, le insufló una bocanada de aire fresco que poco después desaparecería. Sophie estaba en la ciudad y había seguido su trayectoria pero no sabía donde encontrarla.
Rai comenzó a pasear por los sugurbios de París sin resultado alguno. Pasaron los días y Sophie no aparecía por ningún lado. Pronto la noticia llegó a la pequeña habitación donde se hospedaba Rai, Sophie había muerto tras ser atropellada días antes por un automóvil.
Pasó varias semanas encerrado en aquel cuartucho sin apenas comer, se dejaba morir, la música no alentaba su tristeza y sabía que nunca lo volvería a hacer. Un rallo de luz entraba por la ventana de su habitación clavándose en su pecho impulsándolo a levantarse y correr la enmohecida cortinilla. La calle llena de traúnsentes dejó entrever una figura alada casi imperceptible a los ojos de cualquiera, su rostro despendría una luz celestial, era ella, sin duda, Sophie. Raimundo bajó precipitado las escaleras de aquella pequeña pensión, tropezandose con todo aquel que encontraba a su paso. Llegó a la entrada, estampó la puerta y salió corriendo, allí seguía ella, esperándolo su belleza dolía. Cruzó la calle sin dejar de contemplarla. Rai, por fin la había encontrado, nunca más la dejaría escapar. La muerte en forma de bus lo llevó con ella. Ahora sí. Eternamente juntos.

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